Hogares Ministerio – Clave para Iglesias Sanas

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Hogares Ministerio – Clave para Iglesias Sanas

En la cultura moderna hemos llegado cada vez más a evaluar virtualmente todas las cosas desde una perspectiva individualista. Encontramos nuestra identidad en nosotros de manera individual, por medio de nuestros logros, posición, posesiones, etc. individuales. Cada vez más se nos hace difícil relacionarnos a la noción de que somos parte de algo más grande que nosotros.

Sin embargo la Biblia muestra un paradigma completamente diferente. Las personas deben encontrar su identidad en ser parte de un todo corporativo: un linaje, una familia o, más importante todavía, el cuerpo de Cristo. Pero muchos de nosotros luchan por entender esta corporeidad. Por ejemplo, la mayoría de occidentales no tienen más que una comprensión teórica de la afirmación de Jesús (Mat 19:6; Mar 10:8) de que un esposa y una esposa “ya no son dos, sino una sola carne” o de la afirmación de Pablo (Ro 12:5) de que “nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, e individualmente miembros los unos de los otros.”

Yo siempre había abrazado esas verdades de manera académica. Pero de manera experiencial no tenía idea de cómo mi esposa y yo podíamos ser uno en más que el sentido más rudimentario de la intimidad física. Similarmente, la mayor parte de mi experiencial eclesial había reflejado el hecho de que se asume que la iglesia es un conglomerado de individuos realizando la misma función.

Ya que el Señor está guiando a muchos a ver el patrón apostólico de reunirse en casas privadas del Nuevo Testamento, sospecho que al igual que yo, muchos traen consigo la carga de su experiencia y comprensión pasada. Pero aparentemente el Señor está restaurando la comprensión y experiencia de la corporalidad del cuerpo de Cristo entre muchas iglesias en casa hoy. Nos está moviendo dejando de lado el solo acento teológico de la verdad de la unidad, hacia la realidad de estar experiencialmente unidos juntos como un todo que es mucho mayor que sus partes.

Una de las maneras en que Él lo está haciendo es restaurando el fundamento de unidad e identidad de los hogares. Mi teoría es que una de las razones para el movimiento de escuela en casa (algo aparentemente separado de la obra de Dios, pero que yo sospecho está unido dentro del propósito coordinado de Dios) es para preparar a los hogares para funcionar unidos dentro de la iglesia. Históricamente, a medida que el individualismo fue formando gradualmente la auto percepción en la sociedad occidental, la iglesia de manera creciente fue perdiendo su conciencia del “Poder Espiritual de lo Hogares Ministerio” (el título de un mensaje hablado del cual emana este capítulo).

En la medida en que Dios depositó en la iglesia del siglo diecinueve la visión por las misiones al extranjero, una semilla insidiosamente destructiva empezó a nacer y florecer. Las familias misioneras estaban preocupadas por la educación de sus hijos. Como la educación institucional se asumió como la norma, esto creó un conflicto para muchos misioneros y las agencias que los enviaban. Gradualmente, se desarrolló una infraestructura educacional de colegios misioneros para atender la aparente necesidad. Para el siglo veinte, era típico para los padres misioneros el estar separados por largos periodos de sus hijos, frecuentemente iniciando en edades muy jóvenes. En la medida en que los colegios especiales para los hijos de misioneros (HMs) se volvieron más comunes, un fenómeno trágico fue aceptado crecientemente. Los hijos de los misioneros fueron educados virtualmente como huérfanos por personas amantes que hicieron lo mejor que pudieron. Pero muchos de los hijos e hijas de los misioneros extranjeros guardaron rencor por los sacrificios que hicieron sus padres. Tristemente, hoy en día hay numerosos relatos de HMs que no quieren tener nada que ver con el Señor, y que culpan a la iglesia por separarles de sus padres durante un tiempo en el cual, de acuerdo al diseño de Dios, se supone que deberían haber sido el ministerio primario de sus padres (si no el único ministerio).

Hasta el día de hoy existen agencias misioneras que exigen que los candidatos a misiones se comprometan con enrolar a sus hijos en colegios misioneros. Esto no solo es racionalizado como siendo por el bien de los niños, sino que también tiene la intención abierta de liberar a los padres individual para ministrar en el campo sin tanta distracción. Las parejas misioneras son por lo tanto vistas como colaboradores en ministerio, más que una unidad de hogar. La agencia que envía espera recoger los beneficios de utilizar a dos trabajadoresindividuales en vez de ver a la pareja como una sola unidad.

Esto no solamente tiene un efecto devastador sobre los hijos, sino que también sobre la noción misma del hogar. De hecho, acelera el avance de las presunciones individualistas, destruyendo lo que irónicamente a veces son moradas familiares culturales más bíblicas dentro de los grupos que están siendo evangelizados. El triste resultado es que las nuevas iglesias que están siendo plantadas están mostrando un modelo de vida familiar que ni es sano ni es natural. Ellos nunca llegan a ver un ejemplo de hogares completos y sanos en las vidas de quienes les están discipulando. (Durante mi ministerio en Asia, tristemente observe frecuentemente el fruto prevaleciente de ignorar, excusar o incluso exaltar la infidelidad en la vida familiar entre iglesias Indias y Chinas modernas.)

Sin embargo, este triste estado de las cosas no es único solamente para las misiones extranjeras. Durante las últimas recientes generaciones la iglesia de occidente ha visto crecientemente a trabajadores cristianos que se han enfocado tan exclusivamente en su ministerio, que han descuidados sus familias. Aunque este fenómeno no es nuevo, se está volviendo dominante dentro del cristianismo institucional. Las consecuencias destructivas incluyen la mala reputación de los hijos de los predicadores y la destrucción de los ejemplos de vida familiar divina dentro del pueblo de Dios.

Antes de continuar, déjeme complementar mi exhortación con el reconocimiento de que el error opuesto también es una trampa. Así como es posible para un hombre el caer en la idolatría de su propio ministerio, también es posible idolatrar a la familia de uno, o a la idea de familia. Siempre debemos amar a Jesús mismo por encima de cualquier cosa, sea nuestro ministerio hacia Él o la familia que Él nos ha confiado. Jesús hizo varias advertencias en contra de poner a nuestras familias por encima de Él (Mat 10:34-37; 12:47-50; 19:29; Mar 10:29-30; Luc 9:59-62; 14:20-26). Sin embargo estas escrituras se usan cada vez más para racionalizar un descuido no bíblico de la responsabilidad familiar. Sin descuidar las advertencias contra el idolatrar de manera no apropiada a la familia, consideremos qué más dice la palabra de Dios sobre la prioridad del ministerio familiar y cómo este impacta otros ministerios.

Dios Ama A La Familia

Dios creó las familias y Él expresa Sus emociones al respecto de ellas. En una expresión extremadamente clara de su corazón, Dios expresa sus sentimientos apasionados sobre la familia en Malaquías 2:16. “¡Porque el SEÑOR Dios de Israel dice que Él odia el divorcio!” Yo creo que Dios ama el principio de la familia. Él escogió las relaciones familiares como la metáfora dominante para las relaciones de los cristianos neotestamentarios con Él y los unos con los otros. Los cristianos se convierten en hijos de Dios (Jn 1:12; Ro 8:16; 1 Jn 3:2) — parte de Su casa (Ef 2:19). Jesús vino, entre otras cosas, a revelar a Dios como Padre (Luc 11:2; Jn 1:18, 16:25). El Espíritu Santo fue dado, entre otras cosas, para revelar a Dios como nuestro Abba (Papito — referencia íntima para Padre; Ro 8:14; Gál 4:6). Uno de los identificadores más frecuentemente usados para los cristianos en el Nuevo Testamento es la palabra hermanos (Mat 23:8; He 6:3; 1 Pe 1:22; 1 Jn 3:14, 16). Una de las más bellas imágenes de la relación entre Cristo y la iglesia es la relación entre el novio y su prometida (Mat 9:15; Jn 3:29; 2 Co 11:2; Apoc 19:7-9; 21:2, 9; 22:17). Mientras estas metáforas no faltan completamente en el Antiguo Testamento, están muy ampliadas en el Nuevo Testamento. La intención del Señor es que nuestras relaciones familiares sanas provean estas imágenes físicas para Su uso en revelar realidades espirituales. Si se descuida la imagen, perdemos parte de la intención de Dios de esta revelación.

De hecho, Pablo dijo que cada familia está diseñada para ser el reflejo de la paternidad del Padre celestial. En Efesios 3:14-15 él escribió, “Por esta razón doblo mis rodillas ante el Padre [Griego: pater] de nuestro Señor Jesucristo, de quién toma nombre toda la familia [Griego: patria] en los cielos y en la tierra.” Por Su diseño, las familias deben ser dirigidas por padres y aparentemente definidas por la jurisdicción patriarcal de la paternidad.

Lejos de abolir o incluso minimizar la familia, el Nuevo Testamento refuerza y expande lo que fue introducido con respecto a la familia en el Antiguo Testamento. Uno de los mandatos del Antiguo Testamento citado más frecuentemente en el Nuevo Testamento es el mandato de “Honra a tu padre y a tu madre” (Ex. 20:12; Lev 19:3; Deut 5:16; Mat 15:3-9; 19:16-19; Mar 7:6-13; 10:17-19; Luc 18:18-20; Ef 6:2). En sus cartas, los apóstoles pasaron una buena cantidad de tiempo ensenando sobre las prácticas familiares (1 Co 7; Ef 5:22-6:4; Col 3:18-21; 1 Ti 3:2, 4-5, 11-12; 5:4, 8-10, 14, 16; Tito 1:6; 2:3-5; 1 Pe 3:1-7; Heb 12:5-11).

Hospitalidad Familiar

Una de las prácticas clave a las que se nos anima en el Nuevo Testamento es la hospitalidad (Ro 12:13; 1 Tim 3:2; Tito 1:8; 1 Pe 4:9). Esto debe ría levantar nuestras sospechas de un problema oculto ya que este es uno de los mandamientos que es desechado más abiertamente en iglesia moderna. La hospitalidad se practica en un contexto familiar. Pero si nuestras familias están siendo fraccionadas hacia individuos fragmentados, cada uno con su propósito de vida independiente, hay muy poco contexto potencial para ser hospitalario.

Es de aprender que una de los requisitos observables que Dios instituyó para evaluar las cualidades de los líderes potenciales en la iglesia sea el de ser hospitalarios (1 Tim 3:2; Tito 1:8). Cuando era un hombre joven, serví como pastor de jóvenes y pastor asociado en dos diferentes iglesias institucionales (en cada una por más de un año) en las cuales nunca, ni una sola vez, entré a la casa del que era reconocido como pastor principal. En uno de los casos, ni siquiera supe dónde vivía el pastor.

No estoy culpando completamente a estos hombres sinceros de Dios que se supone debían ser “ejemplos para el rebaño” (1 Pe 5:3) por este chocante desacuerdo con la Escritura. Yo era casi tan malo. Yo me imaginaba que el territorio neutral del edificio eclesial era el lugar más apropiado para el compañerismo, y que aunque la hospitalidad era agradable, no era esencial. Por lo cual allí había santos a los que les ministré que fácilmente podrían culparme de la misma falta. ¡Nosotros simplemente no la habíamos captado!

La Familia del Anciano

Las cualidades mínimas explicitas para el liderazgo en el cuerpo de Cristo incluyen otros asuntos familiares. Un anciano u obispo (está demostrado que es lo mismo que el pastor en la iglesia del Nuevo Testamento — véase poimaino, presbuteros y episkopos en He 2:17, 28; Tito 1:5, 7; 1 Pe 5:1-2) debía ser “esposo de una mujer” (1 Tim 3:2; Tito 1:6). Hay alguna controversia hoy en día, sobre la aplicación de esto. Algunos simplemente lo aplican a la poligamia, otros sospechan que excluye a los hombres divorciados y vueltos a casar de ser reconocidos públicamente como ejemplos, y aun otros lo toman para decir que el anciano deber ser “hombre de un solo tipo de mujer.”

Yo sospecho que el requerimiento de ser “el esposo de una sola mujer” no solo significa que un hombre con mas de una mujer queda descalificado, sino que también un hombre con menos de una mujer no está calificado para ser reconocido como un modelo para la iglesia. Aunque los hombres solteros ciertamente tienen el beneficio de menores distracciones y responsabilidades, y por ende más libertad, esta misma falta de responsabilidad es también un impedimento cuando se trata de liderar en la iglesia. Es más factible para un hombre soltero el ser (o por lo menos ser reconocido como) un novato, pero Pablo le dijo a Timoteo (1 Tim 3:6) que escogiera como ancianos a aquellos que “no fueran novatos.” Él más adelante deja claro que la reputación, así como la realidad de la madurez de un hombre, era importante (1 Ti 3:7; “el debe tener un buen testimonio entre los que están afuera”).

Algún tiempo después de haberme casado con mi esposa Connie, me empecé a dar cuenta que tan poco preparado estaba para el matrimonio. Simplemente no era lo suficientemente maduro para el matrimonio. Sin embargo, después de considerar el asunto, concluí que era muy probable que nunca hubiera sido lo suficientemente maduro para el matrimonio mientras estaba soltero. Pero me pareció a mí, que a los pocos meses de estar casado, fui estirado de maneras maravillosas que me forzaron a madurar. Dudo mucho que alguna vez hubiera crecido en esas áreas como hombre soltero. El matrimonio me hizo algo en lo que no me hubiera convertido de otra manera. Verdadero en casi todos los casos, “No es bueno que el hombre esté solo” (Gen 2:18). Probablemente hay excepciones, pero un hombre que nunca ha estado casado es muy probable que no sea un completo y balanceado rol modelo para el cuerpo de Cristo.

De hecho, sospecho que un hombre que no ha experimentado la paternidad también similarmente estará limitado. Pablo le dijo a Tito (1:6) que solo reconociera como ancianos a aquellos hombres que fueran “maridos de una sola mujer, teniendo hijos fieles.” Así como no estuve listo para el matrimonio sino hasta después de casado, así tampoco estaba listo para la paternidad hasta que Connie y yo fuimos bendecidos con nuestro primer hijo. Ser padre me formó de ciertas maneras a las que probablemente nunca hubiera madurado sin haber tenido hijos. A medida que el Señor nos continuaba bendiciendo con más hijos, y en la medida en que cada uno de ellos era entrenado a través de las diferentes etapas de la niñez y juventud, yo estaba siendo preparado más para ser anciano.

Los demás padres que hacemos colegio en casa y yo, en nuestra congregación local, hemos teorizado que la razón de Dios para liderarnos en discipular a nuestros propios hijos en la casa en vez de enviarlos a un colegio no es exclusivamente (tal vez más bien primariamente) para su beneficio. Dios no ha llamado a enseñar a nuestros propios hijos, por lo menos en parte, por causa de la madurez que genera en nosotros como padres. Cualquier profesor reconocerá que los maestros aprenden tanto o más que los estudiantes, en el proceso de enseñar. De hecho, yo sospecho que una de las principales razones de Dios para levantar el movimiento de colegios en casa en esta generación es para preparar ancianos verdaderamente calificados que han aprendido como discipular a otros como resultado de discipular a sus propios hijos e hijas.

Tristemente, como ya se dijo antes, los hijos de aquellos que se han entregado al ministerio en la iglesia contemporánea frecuentemente tienen la peor reputación. Yo soy bendecido de ser un hijo de pastor (PK – Preacher’s Kid). De niño aprendí que el acrónimo PK frecuentemente es un término in negativo en la iglesia contemporánea. Aunque esto no siempre es merecido (a muchos les gusta encontrar faltas en los líderes para excusar sus propias faltas), muy frecuentemente es verdad que los hijos de aquellos en el ministerio público no son ejemplos para el resto del cuerpo de Cristo.

Me imagino que todos hemos visto hombres que parecen tener un verdadero llamado de Dios en sus vidas para el ministerio público, que sin embargo están tan enfocados en ese ministerio que descuidan a sus propias familias. Pablo incluyó, como característica para el liderazgo local, que los hijos de un anciano deben estar bien educados. El define “uno que gobierne bien su propia casa” (1 Tim 3:4) como “teniendo sus hijos bajo sumisión con toda reverencia.” Después él razona (1 Tim 3:5), “por que si un hombre no sabe como gobernar su propia casa, ¿cómo tendrá cuidado de la iglesia de Dios?”

En sus instrucciones a Tito (1:6) él es más explícito al especificar las expectativas del fruto de la paternidad de los ancianos. Él debe tener “hijos fieles, no acusados de disipación o insubordinación.” Los hijos de los ancianos no solo deben estar en sumisión, sino que su fidelidad debe ser tan evidente, que ni siquiera se les acuse de excesos o desobediencia.

Obviamente los hijos de los ancianos serán egoístas e inclinados hacia el pecado, así como lo es toda la humanidad. Sin embargo solo aquellos hombres que han probado su capacidad para “entrenar a sus hijos en el camino que deben andar” (Prv 22:6) deben ser reconocidos públicamente como modelos para la iglesia. La palabra traducida como fieles en relación con sus hijos (Griego pistos) es traducida en los demás lugares como creer. (Por ejemplo, usó Jesús esta palabra como un contraste ante las dudas de Tomas en Juan 20:27. Vea también He 10:45; 16:1; 2 Cor 6:15; 1 Tim 4:3, 10, 12; 5:16; 6:2.). Ciertamente no es una exageración argumentar que solo hombres que han entrenado hijos creyentes deberían ser considerados para ser ancianos.

Algunos podrían señalar los ejemplos de Jesús y Pablo como hombres solteros, sin hijos. Tales excepciones de cierto nos deben motivar a ser cautelosos en aplicar las normas escriturales demasiado rígidamente. Y sin embargo también debemos evitar usar las excepciones para invalidar normas claramente enseñadas en la Escritura. Aunque hay buenas razones para concluir que Pablo fue soltero, algunos estudiosos creen que había estado casado. Aún si el fue un eunuco, sus propios escritos inspirados por el Espíritu especifican que los ancianos de la iglesia local (no necesariamente los apóstoles itinerantes) deben ser “hombres de una sola mujer, teniendo hijos fieles.”

Algunos podrían persistir en señalar hacia los otros apóstoles quienes aparentemente dejaron a sus familias para seguir a Jesús. Pero sospecho que vemos estos recuentos a través de un filtro moderno, distorsionado, que presiona nuestra percepción hacia nuestro propio paradigma individualista. Incluso el único recuento explícito (Mar 1:20) de que Jacobo y Juan “dejaron a su padre Zebedeo en el barco con los sirvientes,” no fue para nada un deshonrar de su padre, a la luz del llamado de atención posterior de Jesús (Mar 7:1-13) extendido a los Fariseos adultos de “dejar la palabra de Dios sin efecto a través de sus tradiciones” cuando ellos racionalizaron su falla de honrar a sus padres y madres. Aunque se sospechan argumentos del silencio, es muy probable que Jacobo y Juan tuvieran la bendición de Zebedeo. Esto es particularmente probable dado el hecho de que su madre parece haber sido una de las mujeres que viajaban con Jesús (Mat 20:20; 27:56).

¿Pero quienes eran estás “muchas mujeres que seguían a Jesús de Galilea” (Mat 27:55-56; Mar 15:40-41; Luc 8:1-3; 23:49, 55; 24:10)? Algunas de ellas son nombradas (“María Magdalena, María la madre de Jacobo y Joses, y la madre de los hijos de Zebedeo.”), pero aparentemente hubo muchas más. Es más bien sorprendente de que no hay ninguna señal de los fariseos acusando a Jesús y a los apóstoles de algo inapropiado, dado a las muchas mujeres que les acompañaban. Una posible explicación es que estas muchas mujeres podían haber incluido a las esposas de los apóstoles.

Otra vez, algunos protestarán que este es un argumento desde el silencio. Sin embargo el argumento de que los apóstoles dejaron a sus mujeres e hijos para seguir a Jesús, igualmente, solo se basa en una inferencia. Algunos pueden argumentar que cuando Jesús le encomendó a aquellos que “dejaron casa o hermanos o hermanas o padre o madre o esposa o hijos o terrenos” por causa de Él y del evangelio (Mar 10:29), Él estaba convirtiendo esto en una norma. Sin embargo, si esto fuera así, estaría en conflicto con el resto de Sus enseñanzas y las de los apóstoles. Claramente, la esposa y los hijos están entre aquellos que se nos manda odiar (Luc 14:26) en comparación con nuestra devoción hacia Jesús. Sin embargo a los esposos se les ordena en otros lugares a amar a sus esposas (Ef 5:25; Col 3:19).

¿Estaban Casados los Apóstoles?

Sabemos que Pedro estaba casado, porque cada uno de los evangelios sinópticos reporta que Jesús sanó “a su suegra” (Mat 8:14; Mar 1:30; Luc 4:38). ¿No es sorprendente que fuera de esta única instancia, la esposa de Pedro no es mencionada en ninguna parte de los evangelios? Pero el silencio de los evangelios sobre esta mujer no puede ser tomado para implicar alguna falta de actividad o devoción de su parte. Sabemos que la esposa de Pedro viajó después con él en el ministerio (1 Cor 9:5).

De hecho, encontramos que los otros apóstoles y los hermanos del Señor también viajaron con sus esposas. ¿Cuántos de los otros apóstoles tenían esposas? Pablo puede estar usando una hipérbole aquí, pero suena más bien que está implicando que él, y posiblemente Bernabé (1 Cor 9:6) eran los únicos apóstoles que no seguían esta práctica.

Nosotros no sabemos cuando se casaron estos otros apóstoles. Ciertamente es posible que haya sido después de sus tres años y medio con Jesús, pero no es necesariamente así, solo por que sus esposas no son mencionadas en el relato. Solamente llegamos a concluir esto cuando leemos el relato filtrado a través de los paradigmas modernos. Hoy en día parecería altamente inapropiado olvidarse de mencionar a las esposas de los apóstoles. Pero si no fuera por el solo comentario en paréntesis de Pablo, ni siquiera tendríamos una mención directa de las esposas de los apóstoles. Si no fuera por esa afirmación, muchos asumirían del silencio de las escrituras de que no estaban casados. Sin embargo esto aparenta ser un paradigma relativamente reciente.

¿Qué con respecto a hijos? Es probable que los matrimonios de los apóstoles hayan sido bendecidos con el fruto del vientre. Aunque sus hijos no son mencionados tanto como lo son sus esposas, es solamente a través de los marcos de referencia contemporáneos que usaríamos ese silencio para concluir que tales hijos no existieron o viajaron con sus padres. En la cultura hebrea, se asumía de los hombres que tendrían esposa e hijos, con muy pocas excepciones.

La evidencia de otra esposa e hijos de un apóstol viene de una fuente sorprendente. Antes de traicionar a Jesús, Judas fue “contado entre los doce” apóstoles (Luc 6:13-16; 22:3). Y él estaba casado y tenía hijos. Después de su muerte Pedro le dijo a los otros discípulos (He 1:16) que había una “Escritura . . . que el Espíritu Santo habló antes por la boca de David concerniente a Judas.” Él entonces citó parte del Salmo 109:8, que dice, “Que sus días sean pocos, y que otro tome su oficio.” Nótese que ese Salmo continúa hablando de la misma persona (Sal 109:9-10): “Que sus hijos sean huérfanos, y su esposa una viuda. Deja que sus hijos continuamente sean vagabundos, y pidan; Que busquen también su pan de los lugares desolados.” El pasaje continúa hablando sobre sus hijos y posteridad huérfana. Y Pedro declaró que este pasaje era una profecía escritural con respecto a Judas. Siendo así, es claro que Judas tenía esposa e hijos.

Aunque tales indicaciones no son un asunto mayor, yo propongo que nosotros los modernos hemos asumido, del silencio de las escrituras con respecto a las familias de los apóstoles, que ellos solo siguieron a Jesús de manera individual. Sería históricamente más válido, dado el contexto cultural, asumir que los hombres estaban casados y tenían hijos. Por lo tanto estoy persuadido de que debemos usar el silencio relativo con respecto a las familias de los apóstoles como evidencia de su existencia y de que todo su hogar estaba siguiendo a Jesús.

Hogares Ministeriales Neotestamentarios

No solamente tenían la mayoría de apóstoles familias, sino que el Nuevo Testamento hace alusión, más específicamente, hacia varios hogares ministeriales. Aquila y Priscila eran una pareja devota a la obra del Señor. El silencio de la Escritura con respecto a si también tenían o no hijos como parte de su hogar ministerial no debe ser tomado como evidencia contra la posibilidad de que tuvieran. Históricamente sería inusual para una pareja no tener hijos, y no hubiera sido inusual para ellos permanecer sin ser nombrados y mencionados.

La referencia (He 18:2) de Pablo habiendo encontrado a Aquila en Corinto, puede indicar que él ya tenía contacto con esta familia, y estaba buscando por ellos. En todo caso, ellos le dieron la bienvenida a su hogar, incluso aparentemente permitiéndole ser parte de su negocio familiar de hacer carpas (He 18:3). Pablo se quedó en Corinto un año y medio. Cuando se fue a Efeso, Priscila y Aquila le acompañaron. Si tenían hijos, como sospecho es probable, sus hijos habrían sido sin duda parte del hogar reubicado. Pablo solo se quedo un corto tiempo en Efeso, con la intención de volver después. Pero el hogar de Aquila permaneció en Efeso (He 18:18-19), posiblemente como una preparación para el regreso anticipado de Pablo a esa ciudad (verso 21).

Durante la ausencia de Pablo, un hombre llamado Apolos empezó a predicar el evangelio en la sinagoga de Efeso, pero le faltaba conocimiento. Así que Aquila y Priscila “le tomaron aparte” (He 18:26; probablemente a su propia casa)”y le explicaron más detalladamente el camino de Dios.” Pablo más tarde afirma (1 Tim 2:12) que él “no permite a una mujer enseñar o tener autoridad sobre un hombre, sino que permanezca en silencio.” ¿Cómo puede esto ser reconciliado con el relato de que Priscila, así como Aquila, “le explicaron a [Apolos] más exactamente el camino de Dios?”

Una solución a esta aparente contradicción puede ser encontrada en la distinción entre “explicar” y “enseñar.” Otra puede ser que la advertencia de Pablo hacia el silencio de las mujeres en las reuniones de la iglesia (1 Co 14:34-35) parece estar limitado a cuando “toda la iglesia se reúne en un solo lugar” (14:23). Es muy probable (o por lo menos posible) que la advertencia de Pablo contra las mujeres enseñando a hombres sea en el mismo contexto. Siendo así, sería muy aceptable para las mujeres el ejercitar los dones espirituales en contextos más privados, o cualquier contexto diferente a la reunión actual de toda la iglesia reunida corporalmente. Así como una parte significante (prominentemente mencionada) del Ministerio de hogar de Aquila, Priscila podía encontrar una forma apropiada de expresar sus dones de enseñanza en una conversación privada, incluso al ayudar humildemente a corregir la insuficiente corrección de Apolos del evangelio.

Encontramos que cuando Apolos después se fue a Corinto había un cuerpo de hermanos en Efeso (He 18:27) quienes corporalmente “escribieron, exhortando a los discípulos [en Corinto] a recibirle a él.” Parecería que el ministerio de hogar de Aquila estaba dando fruto. Definitivamente sabemos que para el tiempo en que Pablo escribió la epístola de 1 Corintios (presumiblemente desde Efeso) el mando saludos de Aquila y Priscila (1 Cor 16:19), “junto con la iglesia que está en su casa.” Su ministerio de hogar obviamente estaba dando fruto creciente.

Solo podemos conjeturar sobre cómo las cosas siguieron en el ministerio familiar de Aquila a medida que pasaron los años, pero algún tiempo después, cuando Pablo escribió su epístola a los santos en Roma, el dijo específicamente, “Saluden a Priscila y Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús” (16:3). Aparentemente este hogar estaba ahora en Roma, y parece que el Señor estaba también usando su ministerio allá. Después de seguir encomendándoles algunas cosas, Pablo dice, “Así mismo saluden a la iglesia que está en su casa” (16:5). Así como en Corinto y Efeso, Aquila y Priscila y su hogar estaban claramente ministrando juntos de manera efectiva en Roma, para el reino de Dios.

Otro hogar ministerial interesante en la Escritura es el de Felipe el evangelista. Él fue uno de los “siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu Santo y sabiduría” (He 6:3) a quienes los apóstoles habían escogido para supervisar la distribución de comida a las viudas en Jerusalén. Él después fue usado grandemente en traer el evangelio a Samaria, y después llevó al eunuco Etiope al Señor. El silencio de la Escritura con respecto a que Felipe tuviera una esposa claramente no se puede tomar como una implicación de que fuera soltero. No era inusual para la mujer de un hombre el permanecer tras bambalinas. En este caso, concluimos que Felipe tenía una mujer, porque sus “cuatro hijas vírgenes que profetizaban” son mencionadas (He 21:9).

El hogar ministerial proveía hospitalidad a Pablo y sus acompañantes (incluido Lucas). Algunos asumen que debido a que las hijas de Felipe profetizaban, el uso de sus dones son argumentos contra la instrucción repetida de Pablo (1 Cor 14:34-35; él específicamente reclamó esto entre “los mandatos del Señor,” verso 37) de que las hermanas “se mantengan en silencio en las iglesias.” Sin embargo, no hay nada en el texto que nos haga pensar que estas señoritas jóvenes profetizaban en las reuniones de iglesia. Similarmente, cuando otro profeta, Ágabo, apareció y profetizó que Pablo sería atado en Jerusalén (He 21:11), no hay razón alguna para interpretar que esta profecía fue dada en una reunión de iglesia, sino más bien en el contexto de hospitalidad de la familia de Felipe que atendía a los huéspedes. El ministerio de hogar de Felipe era un ministerio en el que la oración, la exhortación e incluso las profecías eran muy comunes, ocurrencias de cada día tanto de hombres como de mujeres.

Y otro ministerio de hogar mencionado en el Nuevo Testamento es el de Onesíforo. Pablo escribió (2 Tim 1:16-17), “Que el Señor le conceda misericordia al hogar de Onesíforo, porque muchas veces me dio ánimo y no se avergonzó de mis cadenas. Al contrario, cuando estuvo en Roma me buscó sin descanso hasta encontrarme.” Este hermano, y talvez su familia, viajaron a Roma por lo menos en parte con el propósito de encontrar a Paul y ministrar a sus necesidades. Sea que el hogar de Onesíforo haya estado con él o no, Pablo bendice a toda su familia. ¿Por qué?

Pablo continuó (2 Tim 1:18), “tú conoces muy bien los muchos servicios que me prestó en Efeso.” Aquí tenemos un hermano que, sea que de viaje o en casa, tenía su reputación por atender las necesidades de los santos. Dada la referencia a su hogar, no es difícil imaginarse de que ministraban juntos con la cabeza del hogar en muchas formas prácticas. Este era otro ministerio de hogar que Dios usaba corporalmente. Antes de finalizar esta carta a Timoteo él menciona el hogar de Onesíforo una vez más. Él escribe (2 Tim 4:19) “Saludos a Priscila y Aquila, y a la familia de Onesíforo.” Claramente todo este hogar tenía un lugar especial en el corazón de Pablo.

Finalmente quiero considerar el hogar ministerial de Estéfanas. Pablo bautizó a su familia en Corinto (1 Cor 1:16). Fueron de los primeros convertidos (primeros frutos) de Pablo en la provincia romana de Acaya, y él los mencionó (1 Cor 16:15) como una familia que han “dedicado a servir a los santos.” Él sigue adelante ordenando algo que no he encontrado en ningún otro lugar del Nuevo Testamento. Él dirige (1 Cor 16:16) a los santos de Corinto a someterse a tal familia. Él le dice a la iglesia allá que se someta a todo el hogar de Estáfanas. Y contrario a algunas otras instancias dónde los traductores del español han usado la palabra someterse, en el contexto de la relaciones de iglesia, en esta instancia se usa la palabra griegahupotasso, un término militar que se refiere a subordinación y obediencia.

Aplicación

Es claramente más efectivo mostrarle algo a alguien, que simplemente hablar de ello. El modelo bíblico es para que los líderes en el cuerpo de Cristo sean ejemplos para el rebaño en vez de enseñorearse sobre ellos (1 Pe 5:3). Una de las áreas primarias en las que los ancianos deben ser ejemplos es en la manera en que manejan sus familias. Para ser esa clase de ejemplo, aquellos que son ministrados deben estar en capacidad de ver en acción el hogar del líder.

Yo reto al cuerpo de Cristo a buscar del Señor la revelación concerniente al corazón de Dios por las familias, e identificar la atadura que nos impone nuestro individualismo cultural. Impulso a los trabajadores cristianos a convertir sus familias en su ministerio principal — a sus propios hijos en sus principales discípulos. Así cuando ministramos a otros, lo haremos bien, mientras sea posible, al hacerlo en la presencia de nuestra familia.

Por muchos años el Señor me ha guiado a evitar viajar solo. Ocasionalmente algún otro hermano viaja y ministra conmigo. Pero usualmente llevo conmigo a mi esposa o uno de mis hijos. Si una oportunidad de ministerio está tan cerca como para conducir, frecuentemente llevo a toda mi familia conmigo. (Mientras escribo esto, toda mi familia — esposa y seis hijos — están juntos en un tour ministerial de tres meses en la India.). He visto el sutil, pero efectivo, impacto de tener por lo menos a parte de mi familia conmigo en situaciones ministeriales. Le da a mis palabras mucha mayor credibilidad, cuando la gente ve el fruto de mi estilo de vida modelado ante ellos.

Mi deseo es que mi familia llegue a ser, como la de Estéfanas, un placer para el Señor Jesús como un hogar ministerial ejemplar y poderoso.

— Jonathan Lindvall

Preguntas de Discusión

1. ¿Cómo ha impactado el individualismo a nuestras familias e iglesias?

2. Muchos trabajadores cristianos se han enfocado tan exclusivamente en sus ministerios que han descuidado a sus familias. ¿Qué efecto tendrá esto en las iglesias en que estos trabajadores ministran?

3. ¿Qué indican las Escrituras con respecto a la actitud de Dios hacia la familia?

4. Dé algunos ejemplos de cómo Dios escoge las relaciones familiares como la metáfora dominante para las relaciones de los cristianos neotestamentarios con Él y unos con otros.

5. ¿Por qué el mandato de la hospitalidad es uno de los más descaradamente ignorados en la iglesia moderna?

6. ¿Por qué el matrimonio podría ser un prerrequisito esencial para ser un anciano?

7. ¿Por qué el tener hijos bien entrenados podría ser un prerrequisito para ser un anciano?

8. ¿Qué indica la Biblia sobre que los apóstoles tenían familias y que viajaban con sus esposas?

9. ¿Qué ejemplos de hogares completos que ministraban hay en el Nuevo Testamento?

Nota: La NTRF también ofrece recursos para maestros, para ayudar a dirigir una discusión sobre la vida de la iglesia neo-testamentaria. PidaThe Practice of The Early Church: A Theological Workbook (Leader’s Guide) en www.NTRF.org.